Deben haber pocos sentimientos más intensos que el amor. Esa sensación, ese estado de ánimo que es capaz de hacer a cualquier ser humano realizar las mejores y peores acciones. Existen varias representaciones para el amor, pero de las más recreadas e impregnadas en el imaginario colectivo de nuestra sociedad es aquellas que vemos a través de la gran pantalla. Persona A conoce a persona B, se gustan, se conocen y, dependiendo de los gustos personales del guionista de la obra, ambos deben partir caminos, dejando la puerta abierta a un reencuentro incierto.
En Casablanca siempre quedará París, en Liverpool siempre quedará Estambul y en Milán siempre quedará Atenas. Dos equipos que han cruzado sus caminos en el pasado, con pasos breves pero intensos, días que parecían ser reservados a la excepción, el premio a ser los mejores. Pero eso cambió hoy, porque la historia los volvió a citar, esta (primera) vez en Anfield Road. Resulta inverosímil que dos equipos que juntan en sus museos 13 Copas de Europa se enfrentaran un 15 de septiembre en un contexto distinto a una final de Champions.
El reencuentro comenzó atropellado para los ‘rossoneros’: en los primeros quince minutos habían recibido 14 tiros en contra, un gol y un penalti salvado por su portero. Alrededor del minuto treinta los ‘Reds’ bajarían un poco el pistón y el Milan tomaría un poco de aire. Los locales seguían pisando el área de su adversario pero siendo incapaces de ser contundentes. El fútbol es un deporte lleno de refranes y uno de los más populares dicta: «el que no hace goles, lo ve hacer». Justo antes del medio tiempo, los dirigidos por Pioli anotaban dos goles en dos minutos.
Anfield estuvo a la altura, su rugido característico es ese jugador 12 en cada partido como local, un jugador que tuvo que estar ausente toda la pasada temporada, pero que había vuelta con las ganas de ir a por todas. Antes del minuto cinco del segundo tiempo Salah, con un gran pase de Origi, ponía el empate tranquilizador. Luego de este rápido revés, el Milan fue tirando cada vez poco a poco más atrás, pero cuando más estabilizado estaba el partido, llegaba un martillazo, en el más puro sentido de la palabra, con una volea en la media luna de Henderson que pondría el 3-2 final.

Los de rojo y negro tuvieron veinte minutos finales con más ganas que fútbol para acorralar al Liverpool en contra de su arco. Los visitantes introdujeron hombres como Giroud, para maximizar cualquier mínima ocasión, mientras que Klopp decidió darle descanso a hombres como Salah, Henderson y Keita, fundidos fisicamente por la exigencia de lo jugado hasta el momento. En los cinco minutos de agregado, el veterano Milner tiró de experiencia, congeló el partido en un par de faltas (favor y en contra) para cerrar el partido.
Volvieron las noches de Champions a Anfield, volvió un poquito de la magia al fútbol. No había mejor escenario ni mejores protagonistas para recibir a las más de 50.000 almas que había hoy en el estadio. Porque partidos con estos protagonistas son los que nos hicieron amar este deporte, creando momentos inolvidables para la historia del fútbol, recordándonos porqué estos caminos nunca debieron separarse.