Choque de esencias

Durante el pasado mercado estival, el Liverpool presentó a Thiago Alcántara como su fichaje estrella. El hispano-brasileño se incorporó al conjunto de Jürgen Klopp en pleno auge de su carrera, despertando especial ilusión en el club y su afición. Un refuerzo que se antojaba sumamente apropiado porque la plantilla ‘Red’ adolecía de un centrocampista de perfil creativo y, a su vez, por el especial interés del propio futbolista en disputar la Premier League. Sin embargo, con el transcurso de los meses, el entusiasmo generado en torno al canterano del Barcelona ha dado paso a la incertidumbre.

Hasta la llegada de Thiago, el centro del campo no era más que una zona de paso para el Liverpool, pues sus ataques se producían, fundamentalmente, por las bandas. Las proyecciones de los laterales (Alexander-Arnold y Robertson) y diagonales fuera-dentro de los extremos (Salah y Mané) constituían el principal argumento ofensivo de los ‘Reds’. Eso sí, dichos movimientos del egipcio y el senegalés no habrían sido igual de eficaces sin la presencia de Roberto Firmino, encargado de generar espacios sacando de zona a los centrales rivales.

El arribo de Thiago prometía potenciar un mediocampo habituado a jugar a pocos toques y realizar grandes esfuerzos a la hora de presionar. Dado que ningún otro volante del equipo posee el mismo perfil, el ex del Bayern se convirtió inmediatamente en un futbolista singular dentro de la plantilla. Sin embargo, a día de hoy, está lejos de ser determinante para Klopp. Es más, ni siquiera es un fijo en los onces del estratega germano. Algo que se explica, en parte, por las dificultades que está experimentando el jugador para adaptarse al estilo de juego del conjunto ‘Red’.

Thiago con la ‘Orejona’, tíulo con el que despidió su etapa en el Bayern. ICON SPORT

Naturalmente, la verticalidad es una de las máximas del Liverpool actual. Esos ataques y contraataques herpe veloces, mediante los cuales se busca avanzar muchos metros en pocos segundos, son representativos del equipo forjado por Klopp. Una propuesta que le ha dado innumerables alegrías, pero que, de momento, no parece encajar con el biotipo de Thiago, un futbolista que absorbe mucho balón. A día de hoy, demasiado para lo que demanda el modelo de juego del alemán. Incluso, podría decirse que el hispano-brasileño llega a ralentizar los ataques, pues muchas veces le da al colectivo una pausa extra que no necesita.

Thiago es un jugador que disfruta siendo protagonista con la pelota. Esa es su esencia, su naturaleza. Tanto en campo propio como en el contrario, procura ser el director de orquesta de su equipo. No cabe duda que le sobran cualidades para ello, pues su técnica y lectura de juego están al alcance de muy pocos en el fútbol actual. No obstante, si pretende ser realmente diferencial en el Liverpool, debe amoldarse, renunciar a una parte de su ADN. Ahí parece estar la clave.

Pero el rendimiento de Alcántara no depende únicamente de lo que él se proponga. A veces, sus propios compañeros contribuyen a que se sienta excesivamente importante con la pelota. Sin dudas, al compartir escudo con un jugador de sus características, es difícil no caer en la tentación de entregarle el balón cuando las ideas escasean. El problema es que esto, si bien puede dar resultado en determinados contextos (por ejemplo, ante rivales que, defendiendo en bloque bajo, invitan a atacar en posicional), se da de bruces con la filosofía del equipo. Es por ello que no debe ser más que un recurso para situaciones específicas.

Thiago disputando el Derbi de Merseyside. THIS IS ANFIELD

Es oportuno señalar que Thiago no solo está experimentando problemas para encontrar su sitio en la plantilla, sino que, además, su llegada ha perjudicado particularmente a un compañero. Roberto Firmino está siendo, sin lugar a dudas, el principal damnificado del elenco ‘Red’. Hasta el arribo del ex del Bayern, era uno de los futbolistas del equipo que más incidía con la pelota, aportando un sinfín de soluciones a partir de sus apoyos entre líneas, giros y pases filtrados (generalmente, a Salah o Mané). ‘Bobby’ nunca ha sido un goleador, pero gran cantidad de las anotaciones del egipcio y el senegalés solo se explica por sus acciones previas. Puesto que el recién llegado asume tanto protagonismo con el balón en los pies, el ‘9’ ha perdido influencia en la elaboración del juego. Esto, aunado a la reducción de su cuota goleadora, le ha llevado a ser uno de los señalados del equipo.

Ahora bien, a la hora de intentar explicar el tema en cuestión, debemos considerar también otra clase de factores. Cabe recordar que, días después de su debut, Thiago dio positivo por COVID-19, debiéndose ausentar durante tres semanas. Por si fuera poco, al día siguiente de haberse reincorporado a los entrenamientos, sufrió una lesión de rodilla que lo marginó de los terrenos de juego por algo más de dos meses. Dichos percances le forzaron a perderse ni más ni menos que 21 encuentros. Por último, pero no por ello menos importante, sería desacertado obviar la plaga de lesiones y su impacto en todos y cada uno de los futbolistas de la plantilla.

En conclusión, calificar el fichaje de Thiago como un fracaso resulta precipitado a día de hoy. El ex del Bayern, de 30 años recién cumplidos, tiene aún mucha carrera por delante y, por ende, dispone de tiempo para adaptarse al estilo de juego de su equipo. Siguiendo la misma línea que en los anteriores párrafos, parece ser que el asunto (nada sencillo, por supuesto) radica en la cantidad de tiempo que el balón se pasea por sus botas. Si, con la contribución de los compañeros, consigue ceder parte de su protagonismo en pos de un mejor funcionamiento colectivo, posiblemente habrá encontrado su sitio en Anfield. El tiempo dirá.

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