Un joven criado en Sunderland tuvo que abandonar su hogar. Jordan Henderson, con 22 años y 79 partidos a su espalda, abandonó el club que se lo dio todo en el amanecer de su carrera deportiva. Así es como, en verano de 2011, ese mediocampista de pelo rubio y 1’87 de estatura llegaba a Merseyside, a cambio de 20 millones de libras, para vestir la camiseta del Liverpool de Kenny Dalglish. El traspaso de Henderson del Sunderland a los ‘Reds’ fue una apuesta de una directiva que buscaba cambiar la imagen a un gigante que no levantaba un trofeo desde la Community Shield de 2006.
Durante la temporada 2011-2012 el ‘Mackem’ fue indiscutible en las tres competiciones nacionales, donde el inicio no pudo ser mejor: finalistas y campeones de la Copa de la Liga por penaltis ante el Cardiff City en Wembley, esa copa que en Liverpool pensaron que representaría un nuevo renacer del equipo, pero quedó en un simple espejismo que tuvo como desenlace un octavo puesto en Premier.

Pero ni un título hizo fácil la llegada de Henderson a Anfield. Fue un largo proceso de adaptación donde no solo tenía que demostrar su nivel futbolístico a la grada, además lo tenía hacer con sus compañeros. Sus primeros entrenamientos en Melwood no fueron fáciles para el mediocampista, principalmente con Suárez: «En ese momento, era un jugador joven y hubo una o dos cosas que Luis (Suárez) hizo en el entrenamiento que no me gustaron. Me hizo sentir que no era lo suficientemente bueno para estar en su equipo. Hacía gestos con los brazos recriminando mi juego, como si no mereciera estar ahí», declaró recientemente Henderson al podcast The Greatest Game, confesando que tuvo que «cansarse» de esos tratos para ser respetado por el charrúa, llegando al punto de decir que: «estaba listo para matarlo». Por suerte, esta historia acabó en una buena amistad.
Kenny Dalglish dejó su cargo de entrenador y fue relevado por Brendan Rodgers, un nuevo técnico al que Henderson tenía que enamorar con su juego. Una primera temporada sin premios en las vitrinas. Cuando la presión en el equipo aumentaba, Jordan tenía que vivir en carne propia caer eliminado en la Copa de la Liga y FA Cup de forma temprana contra Swansea y Oldham Athletic respectivamente, con unos resultados en Premier que no eran los mejores. Brendan apostó el todo el todo o nada a ganar la edición de la Europa League de ese año.
Zenit de San Petersburgo. La ida en Rusia fue de 2-0, el Liverpool necesitaba una diferencia de tres goles en Anfield para pasar a los octavos de final de la competición. La ilusión se apagó con un gol tempranero de Hulk, que obligaba a un 4-1 de los de Rodgers. ‘The Kop’ jugaría su partido particular, dos goles antes de que finalizará el primer tiempo ponían un marcador 2-1 con toda una segunda parte para obrar el milagro. Un gol de tiro libre al minuto 59 de Suárez pondría el 3-1 en Anfield, la hinchada y los jugadores creían, pero nuestro cuestionado protagonista sería reemplazado un minuto después, para ver desde el banco de suplentes como se terminaba el tiempo. Fracaso continental y nacional (séptimos en liga): sin títulos y sin participación europea para la temporada 13-14.
Rodgers tenía que recuperar la ilusión en la hinchada, las finanzas y su credibilidad pasaban por devolver al conjunto rojo a la Champions League luego de años de ausencia. United y Arsenal serían verdugos en las copas nacionales, pero mientras más se acercaba el mes de mayo, el premio de volver a la máxima competición estaba cerca, tanto que, sin buscarlo, encaminaban la lucha por el título de esa temporada.
Anfield se vestía de gala, un You´ll Never Walk Alone retumbaba en las gradas para recibir al City, una victoria ‘Red’ era sinónimo de liderato a escasas fechas de que terminara la Premier. Sterling y Skrtel llenaban de sueños e ilusiones a todos los aficionados, un 2-0 antes del primer tiempo hacia ver que esa liga que tanto se resistía a volver a Anfield estaba al caer, «al final de la tormenta, siempre hay un cielo brillante» dicta su himno, pero la larga tormenta seguiría y empatarían el encuentro. Gerrard con angustia veía a su alrededor a los más jóvenes, pero arengaba con la premisa que le ha caracterizado siempre: «Camina, camina con esperanza en tu corazón» y en lugar de caminar, Henderson corrió, con todas sus fuerzas por la alegría de ese tardío gol de Coutinho, que generó que el partido entrara en un nuevo nivel de exaltación. La adrenalina y la euforia tenía a los dirigidos por Rodgers a 7000 revoluciones por minuto, nivel de éxtasis que le pasaría factura a Henderson, que provocaría una fuerte entrada al minuto 93.

Mientras todos celebraban la victoria frente la popular grada ‘The Kop’, Henderson, con un eterno lamento en los vestuarios, era el único que no podía disfrutar con totalidad el liderato. Cinco partidos de suspensión con el título en juego. Todo lo que resta será visto desde las tribunas. Carrow Road, Norwich; cierra los ojos, victoria. Anfield, Chelsea; cierra los ojos, derrota. Selhurst Park, Crystal Palace: cierra los ojos, empate. Cierra los ojos y la Premier perdida.
En la 2014-2015 todo volvió a lo que parecía una triste realidad, el sexto puesto y una semifinal perdida de FA Cup, una vergonzosa aventura europea, siendo goleados en el último partido de la temporada 6-1 por el Stoke, con los titulares, en la despedida del mayor ídolo de Liverpool en este siglo. Algo era claro: la ilusión en el lado rojo de Merseyside fue un simple pasaje sin pilares, no había proyecto para seguir ilusionándose con una gesta como la de esa temporada…
Pero en otoño de 2015, una alemán carismático que se encontraba de vacaciones relevaría a Rodgers, un buen técnico que no fue capaz de volver a enamorar a la grada de Anfield. Aunque el alemán tuvo el suficiente margen para lograr grandes cosas, ocuparía una octava posición en Premier, pero hubo más. Final de la Copa de la Liga, Henderson titular, por su cabeza era inevitable recordar ese único título conseguido. En un partido peleado que era para los ‘Cityzens’, Coutinho reavivó una llama de fe para seguir luchando, aunque no evitaría la derrota 1-3 en penaltis. Verlos en el palco con la cinta de capitán a su espalda fue doloroso, como las lesiones que lo apartaron durante gran parte de esa temporada, unas que evitaron que el ilustre capitán contara con la posibilidad de jugar la final de la Europa League contra el Sevilla. Remontada con victoria para los andaluces por 1-3, donde Henderson tuvo que ver todo el partido desde el banco.

Pero el equipo se fue armando, Klopp comenzó a llenarlo de jugadores talentosos de bajo perfil, vendiendo a aquellos que no aportaban de forma óptima a su idea. De rebote y con un fútbol que, aunque generó dudas al principio, enamoró a las gradas de Anfield, forjó un aura sin igual entre equipo-directivos-hinchada. El trabajo constante de este alemán que ocultaba las ligeras fisuras en su equipo con una sonrisa mandaba al Liverpool a Champions para la 2017-2018, tres años después de la última vez que pisaron la competición.
El camino no fue fácil, la fase previa sería la primera piedra en el camino del nuevo equipo, con Henderson liderando en el campo y Klopp en la banda. Se tuvo que sortear rivales como el Sevilla, que mostraría que los ‘Reds’ no eran garantía para el torneo. En el camino golpes de autoridad y de dudas tuvieron lugar: quitarle el invicto con un partidazo en Anfield que terminaría 4-3, siendo el comienzo de un nuevo clásico del fútbol mundial (Klopp vs Guardiola) para una semana después perder contra el colista Swansea.
Hombres quedaron en el camino, Coutinho se marcharía al Barça por un precio record, pero sería bien reemplazado por Van Dijk, que se convirtió en ese ladrillo en la pared que necesitaba Klopp. Con un equipo más estructurado, pero con muchas debilidades, se fue abriendo paso hasta Ucrania: dejó en el camino a Porto goleando, al City goleando, a la Roma goleando. El 28 de mayo de 2018 disputarían la primera final de la máxima competición europea desde 2005, contra un Real Madrid que estaba a una victoria del tricampeonato.
Una calurosa noche en el cielo de Kiev, el Liverpool salió con una intensidad y fuerza que no podían permitir perder. Todos los balones, rebotas y ocasiones fueron para el conjunto de Merseyside, hasta que ocurrió lo peor: la lesión de Salah. Eso marcó un antes y un después en el partido. Los atacantes llegaban tarde a la presión, la generación de juego era ineficiente por parte del medio campo y la defensa…la defensa. Karius con una pésima salida regaló el 1-0 a Benzema. Pero Loris (Karius) respiró, Mané empataría pronto para alimentar una esperanza, como en todas las finales desde esa Copa de la Liga de 2012, mera ilusión. Porque ¿qué se puede hacer cuando Gareth Bale marca una chilena y finalizando el partido Karius le regala otro gol? ¿Era posible ganar otra vez un título?
Tener que dar la cara en televisión por el error de tu portero, siendo el único que tiene que resistir las ganas de llorar, las ganas de mandar a tus compañeros a la mierda, de criticar a tu entrenador. Todos cuando ven a un capitán se quedan con la imagen del hombre de la cinta, del que levanta trofeos, pero la de Henderson era distinta. Los mejores reportajes se lo hacen a los campeones, pero la historia que Jordan Henderson tenía para contar era la crónica de un perdedor, como la de Klopp.

Skipper (Henderson) y el Boss (Klopp) compartían una hermosa historia de eterno fracaso, es cierto que el alemán ya había ganado muchos títulos en la liga de su país natal, pero los grandes títulos se escurrían entres sus dedos, por ser como es. Pero el ‘Mackem’ no había contado con ese ‘consuelo del pobre’, ya en los mejores años de su carrera lo único que tenía para presumir era la copa que menos importaba a los equipos grandes. Sentir frustración y preguntar con cierta resignación: ¿No va a llegar?, ¿qué hace falta para tener esa oportunidad de alzar un trofeo otra vez?, pregunta que se repetiría una y otra vez, retumbando con más fuerza tras el golazo de Kompany en la jornada 37 de Premier de la temporada pasada.
¿Era posible tanta crueldad? Quedar segundo en una Premier con 97 puntos con solo una derrota. Aunque el fútbol no sea de justicia, Henderson podría replantearse que, aunque bajo el mandato de Klopp todo retomó su ligero orden, un club como el Liverpool tenía que levantar trofeos, mientras la única realidad es que el City estaba arriba en la tabla y el Barcelona con una ventaja de 3-0 para la vuelta de semifinales de Champions. Solamente quedaba caminar, con esperanza en el corazón.
Origi, 1-0. Wijnaldum, 2-0. Wijnaldum, 3-0. Origi, 4-0. El sueño cruel se había convertido en un cuento de hadas, una de las mayores remontadas de la historia había tenido lugar. Por eso se cantó con puño cerrado frente a ‘The Kop’ uno de los You´ll Never Walk Alone más épicos que se han vivido. Con ojos cerrados se cantaba, dejándose la garganta, para que, al abrir los ojos, estuvieran en el Wanda Metropolitano para seguir cantando. El Liverpool ganaba la orejona catorce años después.
Una Community Shield perdida, una Supercopa de Europa ganada y un liderato (invicto) de Premier después, los ‘Reds’ fueron a Doha para ser, oficialmente, el mejor equipo del mundo. Un partido sufrido en los 120 minutos, pero un gol de Firmino fue suficiente para alzar el tercer título del 2019. Con metamorfosis incluidas, el Liverpool regresa a ser el gigante mundial que nunca tuvo que dejar que ser.
Un regreso que solo puede ser entendido desde los ojos de dos perdedores, Henderson y Klopp, que guiarán a todos los ‘Reds’ para no caminar solos. Porque queda mucho por caminar.