Destacar, sobresalir, ser el mejor. Desde pequeños nos educan con la mentalidad de competir, de estar por encima del resto. Ser el más listo de la clase, el que más goles mete en el recreo, matrícula de honor. Ser popular, tener dinero, sinónimo de éxito. No digo que esto sea malo, pero vemos pocos de la escuela de que hay que fallar para aprender, de errar para crecer. Porque la perfección es imposible. En algún momento de su vida, un excelente abogado perderá un juicio o un alto dirigente tomará una mala decisión. En el mundo del deporte, como en la vida misma, los mejores también fallan: Roger Federer y Rafa Nadal han perdido varias finales de Grand Slam, Michael Jordan ha errado tiros libres decisivos y Valentino Rossi se ha ido al suelo a pocas vueltas de hacerse con otro Mundial.
En el fútbol, a nivel de clubes y ligas regulares, la perfección tampoco existe, pero sí que hay algo que puede parecerse a ella, y tiene más que ver con la forma que con el fondo: ¿Qué mejor que conquistar una liga sin perder ningún partido? Un duro camino que solo dos equipos de Inglaterra han conseguido desde que se inventó este deporte: El Preston North End (1888-1889) primero, y el Arsenal de «Los Invencibles» (2003-2004) después. Este año todo apuntaba a que otro equipo haría historia: Desde agosto, el Liverpool de Klopp cogió el GPS y siguió la trazada que hace años dibujó aquel Arsenal en Premier. 26 victorias y un solo empate en 27 partidos mejoraban aquel registro de los ‘Gunners’. Pero el fútbol, como la vida, es imprevisible, y este equipo de autor que había aplastado a todo rival que se cruzara en su camino tropezó el pasado 29 de febrero en Vicarage Road. El Watford, en descenso, fue el verdugo que puso fin al sueño de la imbatibilidad ‘Red’.
Es evidente que aquel Arsenal de Wenger y este Liverpool de Klopp tienen muchas diferencias, pero sí poseen varias similitudes como ingredientes de su exitosa receta, las cuales, veremos a continuación:
fichajes acertados
Partiendo de la base de que los fichajes supusieron el punto de partida de ambos proyectos, hay que destacar la habilidad de contratar jugadores con gran potencial a bajo coste y explotar mercados para muchos desconocidos. Cuando el Arsenal ganó la liga en 1989 con George Graham como entrenador, en su plantilla solo había dos extranjeros. La llegada de Arsène Wenger a Highbury en 1996 abrió las fronteras, pues convenció a los británicos de que el verdadero talento estaba fuera de las islas. Así, Wenger apostó por jugadores franceses como Vieira (5,35 millones de euros), Pirès (9,8 millones), Henry (16,1) o Wiltord (17,5) y buscó en ligas menos conocidas: Ljungberg del Halmstad sueco (4,5 millones) o Kolo Touré del ASEC Mimosas de Costa de Marfil (185.000 euros).

El caso de Jürgen Klopp habría que enmarcarlo en un contexto de mercado en el que los precios se han disparado: Alisson (62,5 millones), Van Dijk (84,65), Fabinho (45), Naby Keita (60)… aunque varios de ellos se produjeron gracias a la venta de Coutinho al Barcelona (145 millones). Más allá de estas altas cifras, el alemán ha sacado un excelente rendimiento a Matip o Milner (ambos llegaron libres), Robertson (9 millones), Joe Gomez (4,9) o Alexander-Arnold (cantera). Incluso el tridente ofensivo formado por Firmino, Mané y Salah (cada uno costó cerca de 40 millones) ha triplicado su valor de mercado bajo el mando de Klopp.
ciencia en el deporte
Cuando Wenger llegó a Londres enseguida detectó que el Arsenal necesitaba mucho más que simples retoques. El estadio se había quedado pequeño, el equipo carecía de una ciudad deportiva en condiciones y los métodos de preparación estaban anclados al pasado. Tal y como explica Carlos Martín Rio en el número 79 de la revista Panenka, «Wenger lo cambió todo: desde el tipo de entrenamientos, su frecuencia, hasta la alimentación (la cantidad, el tipo y el orden de la comida que los jugadores debían ingerir, incluso el ritmo al que debían masticar). En lo que al trabajo físico se refiere, el club dio la bienvenida a la medición de esfuerzos, a los masajes previos y a tareas tan revolucionarias como los estiramientos».
Quince años más tarde, Jürgen Klopp y Michael Edwards, director deportivo del Liverpool, han llevado esto al máximo, pues, desde que el alemán llegó a Merseyside, confiaron en un equipo de científicos que aseguraron mejorar el rendimiento de los ‘Reds’. Liderados por Ian Graham (doctor en Física Teórica), Tim Waskett (astrofísico) y William Spearman (doctor en Filosofía con estudios en Física de Partículas), esta sección lleva años trabajando en un sistema llamado ‘Pitch Control’, en el que se cruzan miles de datos de los partidos para crear gráficas de ataque y defensa, o trazar las zonas por las que debe pasar el balón para que acabe en gol.
Porque el Liverpool juega de memoria. Todos estos datos se los entregan a Klopp, quien los traduce en los entrenamientos modificando la posición de sus jugadores y perfeccionando así su sistema de juego. Además, este equipo de científicos también hace labores de ‘scouting’. Según afirmó Ian Graham en una entrevista, fueron ellos quienes recomendaron a Keita por su polivalencia, a Salah como complemento perfecto de Firmino, incluso determinaron que Van Dijk tenía un valor de 120 millones y todo lo que supusiera ficharlo por menos sería «barato».

jugadores versátiles
Antes de ver los sistemas de juego de estos dos equipos habría que remarcar la inteligencia de Wenger y Klopp para detectar las habilidades de sus jugadores y cambiarles la posición para adaptarles a su esquema. En el caso de ‘Los Invencibles’, el camerunés Lauren llegó del Mallorca como centrocampista y el alsaciano lo reconvirtió en lateral derecho; Ashley Cole era delantero en categorías inferiores y acabó como lateral izquierdo; Freddie Ljungberg tuvo que acostumbrarse a jugar de extremo cuando en Suecia lo hacía de mediapunta; la estrella del equipo, Thierry Henry, había comenzado su carrera como extremo y Wenger, viendo su olfato goleador, lo colocó arriba con Bergkamp.
El Liverpool de Klopp también presenta estas variaciones: Alexander-Arnold era centrocampista en la academia y ha explotado como lateral derecho, Joe Gomez puede ocupar cualquier posición de la zaga y Henderson, que llegó a Anfield como pivote, ha dado su mejor nivel como volante derecho. El alemán también se percató del despliegue físico de Wijnaldum (mediapunta y extremo en el Newcastle) y retrasó su posición a volante izquierdo, y vio las capacidades asociativas de Firmino para ponerlo como falso nueve.
estilo de juego
Aunque el esquema de aquel Arsenal fuera un 1-4-4-2 y el preferido de Klopp un 1-4-3-3, si algo caracteriza ambos conjuntos es su perspectiva trepidante y ofensiva. Desde su llegada y como señala Carlos Martín Rio, «Wenger enterró el sambenito de ‘Boring, boring Arsenal’, apelativo arraigado en la cultura popular que aludía al carácter timorato y aburrido del club». El alsaciano quería un equipo dominante, que mezclara potencia con belleza y marcara el ritmo del juego poniendo en valor las transiciones rápidas. Entre 1998 y 2005 no se bajaron del segundo puesto de la tabla y ganaron tres ligas, alcanzando la cima con ‘Los Invencibles’. Con una sólida línea de cuatro atrás, Vieira y Gilberto Silva (en el doble pivote) eran la espina dorsal que sustentaba a los extremos (Pirès y Ljungberg) y delanteros (Henry y Bergkamp), libres para asociarse y expresarse.
El lado izquierdo (Ashley Cole-Pirès-Henry) era el más productivo del dibujo. A la creatividad de Pirès se unía un delicioso Bergkamp, habilitando espacios para los incisivos movimientos sin balón de un Henry que desarrolló su instinto goleador en Highbury hasta convertirse en el máximo anotador del club.
Puede que el actual Liverpool no tenga el ‘punch’ de ese Arsenal de Thierry Henry, pero lo contrarresta con una mejora en el juego posicional y unas transiciones ofensivas producto del ‘gegenpressing’, técnica de presión que consiste en apretar al contrario de un modo intenso y agresivo nada más perder la posesión del balón, con el objeto de recuperarlo de inmediato y provocar con ello, situaciones claras de gol aprovechando que el rival ha iniciado ya su fase ofensiva. En Religión Klopp analizamos en profundidad el sistema del alemán.
Otro aspecto que comparten ambos equipos es la presencia de un once fijo y reconocible con pocas variantes. Si bien sabemos que Klopp no es amigo de las rotaciones, Wenger, aquel año, confió en sus once y solo concedió más de 15 partidos a Edu, Parlour y Cygan.
resiliencia
Es muy difícil ganar una liga sin sufrir, sin tener mala suerte, y lo es mucho más sin perder ni un solo partido. La seguridad que aportaba Lehmann al Arsenal fue decisiva, sumada al físico y colocación de Sol Campbell y Kolo Touré. Pero hubo malos partidos en los que los pupilos de Wenger tuvieron que remar a contracorriente y demostrar su resiliencia. En la quinta jornada de la 03-04 estuvieron más cerca que nunca de poner fin a su imbatibilidad, pero el larguero rechazó el penalti lanzado por Van Nistelrooy en el tiempo añadido. Hubo otros momentos críticos en la temporada, como la victoria en casa ante el Newcastle (3-2) o la remontada en Anfield (1-2).
De los 38 encuentros de aquella campaña el Arsenal ganó 26 y empató 12. En nueve de ellos llegaron a ir perdiendo, momentos en los que sobresalió su mentalidad férrea. Pese a conseguir 90 puntos y acabar la liga 11 por encima del Chelsea, Aleida A. Cuevas, escritora y seguidora de los ‘Gunners’, afirma que aquel Arsenal «no tenía el dominio que se ha mitificado con el paso de los años». «Hubo muchos empates en los que no merecimos la victoria, además de que en la Premier no había tantos equipos top y el famoso ‘Big Six’ ni existía», añade.

Sin lugar a dudas, el Arsenal de ‘Los Invencibles’ era (de lejos) el mejor conjunto de la Premier en aquel momento, igual que lo es el Liverpool en la actualidad. Con la competición parada por la pandemia de COVID-19, los ‘Reds’ lideran la tabla con 82 puntos (25 por encima del Manchester City), y de 29 partidos han ganado 27, empatando uno y perdiendo en Vicarage Road. De las 27 victorias, muchas llegaron en los minutos finales, incluso fueron fruto de la suerte: el 0-1 contra el Sheffield tras un error del portero ‘Blade’ Dean Henderson, Lallana empató en el 85′ en Old Trafford, Robertson (87′) y Mané (94′) remontaron en Villa Park, Mané marcó el 0-1 casa del Norwich después de un disparo al palo de los ‘Canaries’ en el 73′ con 0-0 en el marcador, la remontada en Anfield frente al West Ham…
grandes motivadores
Tanto Wenger como Klopp han sidos excelentes en la pizarra, pero si por algo han destacado es por su sublime gestión de los jugadores y la motivación de los mismos. El alsaciano siempre había creído en la fuerza mental, llegando a usar psicólogos antes que otros muchos clubes. «El vestuario era un lugar muy distinto con Wenger. En los descansos sabía perfectamente lo que estaba ocurriendo, no se enfrentaba a los jugadores ni perdía los nervios. Solía pedirnos calma y su cerebro se ponía a trabajar», destacaba Lauren en una entrevista para Panenka. «En vez de gritar, dejaba que te calmaras. Y luego hablaba. Iba directo a los puntos clave. Veía las brechas en el oponente: debes hacer esto, aquello, moverte así y te saldrá bien. Volvíamos al campo y pasaba exactamente lo que nos había dicho».
El ideal del francés era el de desafiar a los jugadores y empujarlos hacia su objetivo. «Wenger no dejó de innovar. Convenció a muchos de nosotros de que podíamos rendir en otras posiciones. Te seducía y tú te creías capaz de todo», añadía el camerunés. «Todos sabíamos que aquel era el mejor equipo que había tenido el Arsenal. Wenger nos picó para que, además, hiciéramos historia».

El alemán también sigue esta línea. Solo hay que ver la buena relación que tiene con todos sus jugadores, lo bien que ellos hablan de él y lo que supone para la parroquia ‘Red’. Klopp encarna los valores del Liverpool, ha conseguido que un grupo de buenos jugadores se conviertan en los mejores y ha logrado gestas impensables como la remontada en Champions contra el Dortmund o Barcelona. Piensen en la reacción de Anfield cuando corre hacia de ‘The Kop’ lanzando puños al aire. ¿Cómo no van a soñar con ser ‘invencibles’ algún día?