En el siglo XVIII, el filósofo Immanuel Kant propuso una nueva forma de entender la ética y la deontología del ser humano con el concepto del imperativo categórico. Con este mandamiento, el prusiano sostenía que la forma de actuar y pensar de un individuo se podría convertir en una ley universal, siempre y cuando esta partiera de la buena voluntad. Trescientos años más tarde, en 2020, un técnico alemán residente en Liverpool mantiene viva la llama de esta corriente de pensamiento.
Jürgen Klopp no es un Dios, aunque en Anfield haya nacido una religión alrededor de su figura. Él es un entrenador como cualquier otro, haya ganado más o menos, con sus correspondientes fanáticos y detractores. ¿El fútbol que práctica? Podrá gustar o no, pero, sin lugar a dudas, lo que más llama la atención de este hombre de 1.91m y barba canosa son sus particulares, pero acertadas, declaraciones frente a un micrófono.
Es cierto, conocer a una persona sin compartir su intimidad es complicado, pero la forma en la que el germano se desenvuelve cuando algún entrevistador trata de sacarle una declaración polémica, además de siempre salir airoso, deja un titular impecable que hacer replantearse el papel que juega cada persona en el mundo del fútbol: en el campo, en la grada, en la sala de prensa o en la misma vida. Para entender un poco más las implicaciones sociopolíticas de Klopp es importante conocer un poco más a la personas. Y, aunque desafortunadamente, todavía no haya concedido una gran entrevista íntima, ha dejado frases, escritos y pensamientos que permiten elaborar un perfil del mismo.
Nacido en Stuttgart (Alemania), Jürgen fue un futbolista más comparado con otras leyendas de la época. Pasó casi toda su carrera en el Mainz, donde demostró su liderazgo y, al colgar las botas, se hizo cargo del equipo como entrenador. Luego llegaría al Borussia Dortmund, lugar en el que tocaría techo con la final de Champions de 2013 para recalar años después en el lado rojo de Liverpool, ciudad en la que su historia no ha dejado de escribirse.

En el comienzo de su carrera como técnico Klopp empezó a romper con el tópico de los estrategas alemanes: serios, aburridos y con un carácter pesado. Cierto es que, cuando se molesta, cumple al dedillo la última condición; pero que eso no permita que se olvide que fue de los primeros en priorizar las emociones de sus jugadores por encima de la táctica. Una forma de vivir el fútbol muy particular, muy alejado de todo extremo.
Él asume con seriedad lo que implica dirigir, lo que representa este deporte, por eso mismo tiene la capacidad de restarle importancia cuando es debido. Donde ha ido, sin excepción, ha vivido momentos amargos: descensos, finales perdidas y recompensas que nunca llegaron. Sin embargo, siempre ha encontrado las palabras para mitigar lo ocurrido. «Yo no solo quiero ganar, también quiero sentir», dijo Klopp en una entrevista en 2013. Seis años después, tras haber conquistado el gran título que siempre se le resistió, la Champions League, no cambió su forma de pensar, y reafirmó: «El fútbol no debe ser algo para promover miseria y odio. El fútbol debería servir para inspirar y divertir». Una frase que ha representado a la perfección su carrera en la banda desde 2001.
A esto se le suma, sin intención de politizar el fútbol y su imagen, que Jürgen es una persona abiertamente de izquierdas: «Estoy en la izquierda, por supuesto. Mi entendimiento político es este. Si lo estoy haciendo bien, quiero que otros también lo hagan bien. Si hay algo que nunca haré en mi vida es votar a la derecha», afirmó Klopp en una entrevista con el periodista Raphael Honigstein hace unos años por la publicación de su libro.
Admitirlo tampoco fue difícil, ya que la idiosincrasia de su club hacía más fácil la revelación. Un técnico socialista para un club históricamente de izquierda y votante del partido trabajador. Shankly, el pilar de la historia ganadora del Liverpool era también abiertamente de esta corriente: «El socialismo es la forma en la que veo el fútbol, es la forma en la que veo la vida», por eso, en palabras del CEO del Liverpool, Peter Moore, «el éxito del Liverpool reside ahí». Por estas razones el alemán no se cansa de admitir que este club y su ciudad son su lugar favorito en el mundo.
Conocer cómo Klopp ve el fútbol y la vida es fundamental para entender los cambios que se deben vivir en el mundo del deporte y su alrededor. Nunca ha sido de quedarse con las ganas de hablar cuando se le pregunta. El tacto con sus equipos, con los aficionados y con sus jugadores ha generado una figura extrafutbolística que podría catalogarse digna de admirar por aquellos que no llenan su corazón de odio.

Por citar, con el Brexit a la vista y semanas previas a las votaciones definitivas del año pasado, fue muy claro en su forma de pensar. Más allá que la postura fuera propuesta por el partido conservador de dicho país, no tuvo que haber mapa político en una decisión de «sentido común» en sus palabras: «Es de sentido común porque la historia nos ha enseñado que si estás solo, eres más débil que cuando hay unidad».
Klopp es empático, comprende el desempleo que atraviesan personas de Reino Unido, y, mientras muchos en el mundo de fútbol callan por lo que pasa, él apuesta por un mensaje de colaboración, no de responsabilidades a terceros: «El pasado demostró que mientras todos nosotros pongamos de nuestra parte, Europa será un lugar más seguro. Sí, tenemos problemas que hay que tratar de resolver».
Pero si por algo destacan sus palabras es al hablar de lo social, cuando cobra importancia un aspecto que nunca se ha cansado de repetir: el respeto. Aunque se le cite para hablar de estos temas porque alguien no aplica su «sentido común», sabe que el mensaje por dar tiene mayor relevancia que comentarios contrarios llenos de ignorancia y mala intención.
En el camino para hacerse con su principal obsesión (la Champions League), se cruzó con dos finales consecutivas (2018 y 2019) que coincidieron con el Ramadán, tradición de ayuno diario para los musulmanes durante el noveno mes de su calendario. En 2018, Klopp fue un poco más prudente y restó importancia a la preparación de sus jugadores para la final, pero en 2019 se dio una idéntica situación con la misma pregunta por hacer. Semanas antes, tras la eliminación del Ajax en semifinales, el fisioterapeuta holandés Raymond Verheijen declaró que practicar el Ramadán durante épocas deportivas era «totalmente irresponsable», refiriéndose a los musulmanes del Liverpool. Una semana antes de la final entre los ‘Reds’ y el Tottenham le preguntaron a Klopp por el tema, con dos hombres como objetivo de la pregunta: Mohamed Salah y Sadio Mané. Ante esta cuestión su respuesta fue corta y clara: «No hay algo para decir, entrenan como todos para una final, ya lo verás el día del partido. Hay días que Mané y Salah llegan tarde al vestuario por estar rezando. En la vida, hay muchísimas cosas más importantes que fútbol».
¿La resolución del compromiso? Gol de Salah y un partidazo de Mané. Esa noche en Madrid ganaron su sexta Copa de Europa, pero un año antes perdieron en la misma instancia, con las mismas condiciones. Pese al dolor, no hubo cambios en su forma de ser. Lo más fácil era elaborar un nuevo plan, sancionarlos, obligarlos a seguir una ruta de nutrición independientemente de su religión, pero el respeto se impuso generando una respuesta recíproca hacia a su técnico; actuación de jugadores de clase mundial por parte de ambos.

Desafortunadamente, no sería la última vez que uno de estos dos jugadores serían el pretexto para hablar de un tema social. Dos meses antes de dicha final, Mohamed Salah fue víctima de cantos racistas por parte de aficionados del Chelsea, en un partido de liga en la que los ‘Blues’ eran visitantes. Una triste constante de varias personas contra jugadores africanos y musulmanes en la Premier. Al finalizar el encuentro, Klopp fue preguntado por la cuestión, dejando una frase de su tan adorado sentido común: «Es un disparate comprender la vida así. Cualquier tipo de racismo se basa pensar que vales más que el otro y no hay mayor disparate que eso».
Pero la evidente molestia no afectó lo más importante. No era un tema de camisetas, lo tenía muy claro: «No es una cosa del Chelsea, ni del Liverpool. Es una lucha por todos, de todos. Espero que todos piensen igual que yo». Por suerte para él, la Premier siempre ha encabezado la lucha contra el racismo, como otras causas sociales. Una de esas es la lucha contra la homofobia, con el apoyo a la comunidad LGTBI mediante la campaña ‘Rainbow Laces’, que toma lugar en noviembre de cada año con simbología en los uniformes de los equipos.
Por otra parte, en la Premier ha sido un gran fan de la iniciativa, tanto que esta temporada 2019/2020, fue el único entrenador que utilizó cordones haciendo alusión a su campaña inclusiva. Él entiende perfectamente que nada le cuesta, pero representa más que solamente una simple muestra.
Su último gran momento con este tema fue en el Mundial de Clubes del año pasado, realizado en Qatar. Cuando un periodista le preguntó por los derechos de las mujeres y los homosexuales, esperando que Klopp cayera en la trampa de declarar en contra del Gobierno de dicho país, se libró de la situación con astucia: «Cualquier cosa que diga provocará un titular bueno o malo. Me encanta que pregunten del tema, pero no soy el indicado para contestarla. Investigando un poco la podrás encontrar». Corto, elegante y con un mensaje reivindicativo. Para entender a Jürgen hay que saber leer entre líneas. Donde algunos pudieron haber entendido un mensaje sin ánimos de ser polémico, era todo lo contrario: una invitación abierta a investigar sobre el tema.

Pero, sin lugar a dudas, su última gran perla tuvo lugar la semana pasada con toda la explosión sanitaria por el coronavirus. Miles de infectados y fallecidos alrededor del mundo por esta pandemia chocando en el tiempo con la tan ansiada Premier que se ha resistido durante tres décadas en Anfield. Mientras lo más fácil era velar por los intereses personales (como lo hizo Karren Brady, CEO del West Ham, exigiendo la suspensión de la liga para salvarse del descenso), nuestro protagonista no dejó que el egoísmo se apoderara de su habla. De esta manera, Klopp decidió escribir un comunicado con el corazón: «Por supuesto, no queremos jugar a puerta cerrada ni queremos que se suspendan las competiciones, pero si hacerlo ayuda a salvar a una sola persona (una sola) lo haremos sin chistar. Si hay que elegir entre fútbol y el bien de la sociedad, no hay duda. Por favor, miren por ustedes y miren por los demás. Nunca caminarán solos».
Esas últimas palabras provocaron los aplausos de miles y miles de personas a nivel global, incluido del presidente de la Organización Mundial de la Salud. El alemán fue claro cuando se le preguntó hace unas semanas por el coronavirus: «Soy solamente un hombre con una gorra de baseball y una barba mal afeitada», pero, sin importar cuánto tiempo invierta en arreglar su barba o cuál sea su gorra favorita, es de las pocas personas que entienden que el fútbol es solo un telón de fondo para hablar de los asuntos más trascendentales.