Siguiente pantalla

Hoy en día es casi imposible dejar que un futbolista crezca y se desarrolle a su ritmo. No todos deben ser Haalands ni Mbappés que, siendo churumbeles, la rompen en cualquier escenario. En ocasiones olvidamos las edades y etapas de ciertos, exigiéndoles un compás de crecimiento irreal. Existen unas fases de desarrollo personal y futbolístico para alcanzar una madurez que les otorgue el clímax de su carrera. En esa línea argumental, Mason Mount está superando estos ciclos como si pasase pantallas de un videojuego. Evidenciando un talento y una personalidad que le elevará el techo hasta donde él quiera llegar.

El primer nivel se lo encontró en la cantera del Chelsea. Nacido en la ciudad costera de Portsmouth pasó rápidamente a disciplina ‘Blue’ en 2005. Aquel curso de fantasía donde, de la mano de José Mourinho, alcanzaron los 91 puntos. En sus años como filial del Bridge se erigió como uno de los más destacados, debutando en el equipo sub-18 cuando todavía era un sub-15. Además, fue campeón y MVP del europeo sub-19 de 2017. Una etapa de formación sobresaliente que le permitió dar unos primeros pasos astronómicos en su carrera.

Tras este periodo, comenzaba el más difícil en la constitución de un futbolista. Más aún si formas parte del organigrama del Chelsea. En el Bridge entras en la red de cesiones eternas, sin rumbo fijo, que deben ser complicadas de llevar. Un sinfín de vaivenes en un jugador que apenas está comenzando su andadura profesional puede costarle caro a nivel mental. Primero fue a Holanda en el verano de 2017, concretamente al Vitesse. De la mano de Henk Fraser primero y después de Edward Sturing fue un año de trivialidad a nivel colectivo. Un sexto puesto en Eredivisie y una caída en fase de grupos de Europa League. Sin embargo, en los Países Bajos completó una temporada de gran crecimiento individual, logrando dobles dígitos de goles y asistencias. Un paso fructífero en su carrera que no le valió la confianza de Maurizio Sarri.

Mason Mount durante su etapa en el Vitesse. GETTY IMAGES

Parecía entrar de lleno en la dinámica trotamundos de los filiales del Chelsea cuando aterrizó en el Pride Park Stadium, en la ciudad de Derby. Sin embargo, allí conoció a su principal valedor: Frank Lampard. Un paso que cambió el rumbo de su carrera. Juntos llegaron a los play-offs de ascenso y cayeron en la final ante el Aston Villa. No obstante, ya dejó constancia de su potencial en las islas, demostrando que merecía un lugar en la máxima élite inglesa. Y lo consiguió en el equipo de su vida, además, de la mano de su padrino futbolístico. Propiciado por la imposibilidad de fichar, pero se hizo justicia con los nómadas que viajaban bajo la insignia del Bridge. Otra pantalla superada.

En este juego sucesivo de crecimiento, el siguiente nivel estaba hecho para futbolistas de una dimensión cuantiosa. Ante un panorama desolado en el Chelsea, se cedió el testigo a los jóvenes. Una responsabilidad que merecía una muestra de carácter y coraje más que de talento. Fue el primer gran escaparate de Mason Mount y compañía ante los grandes focos mediáticos. Y no decepcionaron. El proyecto se sostuvo con un cuarto puesto en Premier League, un subcampeonato en FA Cup y los octavos de final de la Champions League. Pero, a nivel individual, el joven de Portsmouth demostró todavía más, liderando a un grupo de adolescentes que querían comerse el mundo. No mostró ni un ligero atisbo de empequeñecimiento ante ese gran escenario.

Y con esto llegó el verano de 2020. Parecía que dentro de la nueva normalidad el joven inglés iba a encontrar un ápice de calma. Sin embargo, a revueltas de mascarillas, gel hidroalcohólico y una grave crisis financiera, el Chelsea rompió el mercado con la contratación de Havertz, Werner, Ziyech, Ben Chilwell, Edouard Mendy y Thiago Silva. Mandando un claro mensaje de desconfianza a sus nómadas, que se habían convertido en sedentarios ante una situación de necesidad. A pesar del renombre que tienen estos fichajes, Mason Mount inició la negativa de dar el brazo a torcer. Con Frank Lampard en el banquillo tenía la oportunidad de redimirse ante el trato recibido. Y lo hizo. Con el inglés primero y ahora con Thomas Tuchel. Surgieron problemas de adaptación en muchos de los nuevos y el canterano sofocó todos los fuegos abiertos en Stamford Bridge.

Mason Mount y Reece James celebrando el gol de la victoria ante el Liverpool. GOAL

En un año tan convulso está siendo el mejor futbolista de los ‘Blues’ y prácticamente se le había descartado de los planes. Ahora ha apaciguado los problemas que tenían en la Premier League y se ha marcado su próximo objetivo. Ha superado los cuartos de final de la Champions League exhibiendo talento y personalidad contra el Porto. Ni la competición del miedo consigue sacar una mueca de incertidumbre en el rostro de Mount. Con una imagen de niño bueno, algo pillo pero sin maldad alguna, se oculta un competidor nato. Un futbolista que acaba de nacer al mundo y evidencia esa mentira piadosa de «donde no llega tu calidad llegan tus huevos» que acuñó Carles Puyol, pero que todos los futboleros hemos recitado alguna vez. Porque el carácter es casi más importante que las aptitudes meramente naturales de un jugador, pero la una sin la otra se quedan cojas. Y ambas están encarnadas en el genio del Bridge.

No le han parado de poner piedras en el camino a Mason Mount. Y las ha roto todas. Cesiones que parecían ser su destino final, pruebas de fuego en su primer año en la Premier y un abandono cuando se había convertido en el jerarca del equipo. Unas pruebas que solo han evidenciado y fortificado su identidad. Ahora le toca afrontar las semifinales de Copa de Europa, su siguiente pantalla. Además de la Euro con Inglaterra. Grandes citas hechas a su corte y confección. Un traje diseñado para las grandes citas.

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